«𝗘𝗻𝘁𝗼𝗻𝗰𝗲𝘀 𝗹𝗮 𝗿𝗲𝗮𝗹𝗶𝗱𝗮𝗱 𝗺𝗲 𝗴𝗼𝗹𝗽𝗲𝗼́
Cuando entramos en la sala, todo cambió. En el momento en que la gran puerta de madera se cerró tras nosotros, fue como si hubiéramos entrado en el vacío. La sensación de pérdida y tristeza era tan palpable como el nudo en la garganta.
El sonido de mis acelerados latidos lo ahogó todo cuando el secretario se levantó para dirigirse al tribunal por primera vez.
Independientemente de la confianza que sentía en lo que habíamos hecho y, sobre todo, en lo que no habíamos hecho, en un instante me sentí de nuevo como el pequeño Ken, en esa posición tan familiar de esperar lo que fuera que fuera malo y se dirigiera hacia mí».
Estas son las palabras con las que 𝗞.𝗞. 𝗗𝗼𝘄𝗻𝗶𝗻𝗴, el famoso guitarrista de 𝗝𝘂𝗱𝗮𝘀 𝗣𝗿𝗶𝗲𝘀𝘁, da inicio a su biografía publicada en 2018 “𝗛𝗲𝗮𝘃𝘆 𝗗𝘂𝘁𝘆” (algo así como “Carga Pesada”).
Como pueden comprobar el relato no empieza recordando un emotivo concierto ante miles de personas. Ni tan siquiera con la grabación de alguna mítica canción que marcaría a toda una generación de seguidores.
Empieza en la sala de un tribunal en Reno, en el estado norteamericano de Nevada, por el suicidio de dos chavales, 𝗥𝗮𝘆 𝗕𝗲𝗹𝗸𝗻𝗮𝗽 y 𝗝𝗮𝗺𝗲𝘀 𝗩𝗮𝗻𝗰𝗲, supuestamente a causa de su música.
Recordemos que los padres de las dos víctimas habían interpuesto una demanda contra este grupo de ‘Heavy Metal’ y su discográfica reclamando 𝟲 𝗺𝗶𝗹𝗹𝗼𝗻𝗲𝘀 𝘆 𝗽𝗶𝗰𝗼 𝗱𝗲 𝗱𝗼́𝗹𝗮𝗿𝗲𝘀.
Esta semana en #cartasdesdelondres la segunda entrega de «𝗛𝗲𝗮𝘃𝘆 𝗠𝗲𝘁𝗮𝗹» 𝘆 𝘁𝗿𝗶𝗯𝘂𝗻𝗮𝗹𝗲𝘀, 𝗲𝗹 𝗰𝗮𝘀𝗼 «𝗝𝗮𝗺𝗲𝘀 𝗩𝗮𝗻𝗰𝗲 𝘃𝗲𝗿𝘀𝘂𝘀 𝗝𝘂𝗱𝗮𝘀 𝗣𝗿𝗶𝗲𝘀𝘁» para entender las implicaciones incluso constitucionales de unos supuestos mensajes subliminales.
Como siempre, en el Confilegal: